3 de Julio de 1898
LA INMOLACIÓN DE LA ESCUADRA ESPAÑOLA EN SANTIAGO DE CUBA
La batalla naval del 3 de julio de 1898, frente a
Santiago de Cuba, fue uno de los acontecimientos más importantes de la guerra
hispano-cubano-norteamericana. Ese día, hace 115 años, en horas de la mañana,
el almirante Pascual Cervera y Topete, al frente de su escuadra, salió de Santiago
de Cuba forzado por el Gobierno español a una inmolación tan anunciada como
innecesaria. Aquellos marinos que antepusieron el cumplimiento del deber a toda
otra consideración marcaron un hito de sacrificio y heroísmo. Ponderando esa
conducta ha expresado el General Ejército Raúl Castro: “Le ordenaron el
suicidio. Quizá por eso el almirante y sus hombres se vistieron de gala aquella
mañana”[ii].
La denominada Escuadra de Operaciones de las Antillas
había llegado a Santiago de Cuba el 19 de mayo, culminando así la primera
etapa de una odisea que terminaría en desastre. Encabezaba la formación el
crucero acorazado Infanta María Teresa, le seguían los también
cruceros acorazados Almirante Oquendo,Vizcaya y Cristóbal
Colón, y los destructores Furor yPlutón.
Era Cervera un hombre de 58 años de edad, con ya cerca
de 40 como oficial. Durante su carrera había ocupado cargos de responsabilidad
creciente. Por su experiencia y conocimientos gozaba de gran prestigio
profesional y se le consideraba el más capaz de los almirantes españoles.
Preocupado desde mucho tiempo antes por la situación
político militar de España y la manifiesta agresividad de los Estados Unidos,
así como el posible papel a desempeñar por las marinas en el conflicto que veía
aproximarse, el experimentado marino español se dirigió en varias oportunidades
a las instancias superiores de la Armada española y el gobierno, para
advertirles sobre la peligrosa situación que se avecinaba. Así, el 26 de
febrero de 1898, en carta el Ministro de Marina, diría en tono tajante: “….
me pregunto si me es lícito callarme y hacerme solidario de aventuras que
causarán si ocurren, la total ruina de España, y todo por defender una
isla que fue nuestra y ya no nos pertenece, porque aun cuando no la perdiésemos
de derecho con la guerra la tenemos perdida de hecho, y con ella toda
nuestra riqueza y una enorme cifra de hombres jóvenes, víctimas del clima y de
las balas, defendiendo un ideal que ya sólo es romántico…”
Pero ningún razonamiento pudo variar los propósitos
del gobierno y el alto mando español, y los buques de guerra comenzaron a
desplegarse. El 22 de abril los norteamericanos establecieron el bloqueo a
Cuba, iniciando, de hecho, las hostilidades. El 25 la guerra era declarada
oficialmente. El 28, urgida por el Ministro de Marina, la escuadra de Cervera
salía de Cabo Verde y ponía proa a las Antillas iniciando así su vía crucis.
La capacidad combativa y condiciones técnicas de los
buques españoles distaban bastante de ser adecuadas. El más moderno de ellos,
el Colón, carecía de su artillería principal. Tres de los cruceros
tenían defectos en los cañones principales y las municiones de las otras piezas
no estaban en buenas condiciones. Tampoco las máquinas estaban bien.
Tan pronto tuvo conocimiento de la salida de los
buques mandados por Cervera, la Marina norteamericana tomo medidas para
localizarlo e interceptarlo. Los principales buques estadounidenses, -muy
superiores a los españoles en número, desplazamiento, artillería, blindaje y
condiciones técnicas- fueron agrupados en dos grandes escuadras y se
situó exploración sobre las posibles rutas que podría seguir.
Los buques españoles atravesaron el Océano Atlántico
con no pocas dificultades. Imposibilitado de obtener carbón en la colonia
francesa de Martinica, Cervera optó por dirigirse a Curazao, donde esperaba
encontrarse con un barco carbonero, pero al llegar a dicha isla sus esperanzas
se vieron frustradas, y además el gobernador holandés autorizó la permanencia
allí de sólo dos buques durante 48 horas y recibir hasta 600 toneladas de
carbón. Estas recaladas delataron la posición de la escuadra y pusieron en
sobreaviso a los norteamericanos. Cervera optó entonces por dirigirse a
Santiago de Cuba.
La decisión, tomada en tan dramáticas circunstancias,
tuvo consecuencias trascendentales y selló el destino de la escuadra, que se
tornó trágico. El gobierno estadounidense conoció casi de inmediato, a través
de una red de espías, la presencia de la escuadra española en Santiago pero no
fue sino el 29 de mayo, diez días después, que la Marina confirmó la noticia.
A partir de ese momento, las unidades navales
norteamericanas se concentraron en una sola fuerza y establecieron un férreo
bloqueo de la bahía santiaguera. Por si esto fuera poco, en Santiago de Cuba no
había existencias del abastecimiento que la escuadra necesitaba y la ciudad
estaba sitiada por tierra por las fuerzas del Ejército Libertador de Cuba a las
órdenes del General Calixto García.
Días después, con la decisiva cooperación de las
fuerzas cubanas, tropas estadounidenses desembarcaron al este de Santiago y
avanzaron sobre la capital oriental. El 2 de julio, después de los combates de
El Caney y las Lomas de San Juan y del avance de las tropas cubanas por el
oeste, se estrechó el cerco a la ciudad. Tanto al gobierno de Madrid como a su
representante en La Habana, el Capitán General Ramón Blanco, les preocupaba que
la escuadra fuera capturada en la bahía lo cual –decían- pondría en entredicho
el honor de la Metrópoli. Cervera, por su parte, había propuesto en varias
ocasiones emplear el personal y armamento de sus buques en la defensa terrestre
de la ciudad, donde tenían la posibilidad de oponer una tenaz resistencia.
Estas propuestas fueron rechazadas y se le ordenó salir.
En esas circunstancias, el almirante y los comandantes
de sus buques, a sabiendas de que no podrían entablar combate, trataron de
buscar la manera de reducir las bajas al mínimo posible.
La escuadra estadounidense estaba formada por cuatro
acorazados, un crucero acorazado y dos yates artillados, dispuestos en forma de
semicírculo a unas 3 ó 4 millas del Morro de Santiago. Los buques españoles
tenían, necesariamente, que salir de la bahía en columna e irse enfrentando,
uno a uno con todas las unidades del adversario.
El primero en salir fue el crucero Infanta
María Teresa, buque insignia de Cervera, que avanzó resueltamente sobre la
formación enemiga para atraer sobre sí todo el fuego y permitir la salida de
los que venían detrás. Dada su posición, sólo podía disparar con los tres
cañones de proa. Contra él podían hacerlo 45 piezas de grueso calibre. Avanzó
así durante diez minutos, soportando un terrible castigo, hasta que, incendiado
y con cuantiosas bajas, fue lanzado contra la costa para evitar su captura y
salvar lo que quedaba de la tripulación.
El segundo crucero en salir, el Vizcaya, y
el tercero, elCristóbal Colón, pudieron, gracias al sacrificio delTeresa,
ir más lejos. Alcanzados finalmente por sus perseguidores, fueron hundidos. El
cuarto crucero en salir, el Almirante Oquendo, corrió igual suerte
que elTeresa. Los dos destructores fueron hundidos casi en la boca de la
bahía.
El éxito estadounidense, basado en su abrumadora
superioridad numérica y tecnológica y en la ventajosa posición táctica, se
alcanzó con una sola baja mortal y un herido. Los españoles sufrieron 350
muertos, 160 heridos graves y 1 720 prisioneros.
Con la destrucción de la escuadra, la moral combativa
de los defensores de Santiago se desplomó. La rendición de la ciudad y la
entrada en ella de las fuerzas estadounidenses excluyendo a los heroicos
mambises de Calixto García fue cuestión de días. El desenlace de la guerra
estaba próximo.
En 1998, en vísperas de la conmemoración del
centenario de aquellos acontecimientos el Comandante en Jefe Fidel Castro, con
la autoridad que le confiere su vasta experiencia como jefe militar hizo una
valoración de su significado:
“…… creo que una de las páginas más heroicas de la
historia de España la escribió la escuadra de Cervera, y la más grande victoria
moral (….) Se puede decir que no fue la lucha de una escuadra contra otra; fue
la lucha barco por barco, uno tras otro, contra una poderosa escuadra. No
combatió la escuadra de Cervera, combatió cada barco de la escuadra de Cervera
a medida que salían del puerto, y se enfrentaron a aquella línea acorazada.
Creo que no fue correcta, fue un gran error de la
dirección política, la decisión incluso, de enviarla a Cuba, ya declarada la
guerra por los Estados Unidos, en la forma en que la enviaron. (&hellip
Hay mucho de que hablar sobre eso, que no se ha
dicho. Hay que recordar aquella batalla como una victoria del honor y del
heroísmo, incluso de la disciplina, pudiera decirse del espíritu de la
disciplina, al cumplir aquella absurda orden. Sin embargo, entendiendo que era
ese su deber la cumplieron hasta el final.[iii]
[i] Capitán
de Fragata (R), Doctor en Ciencias Históricas. Miembro de Número de la Academia
de la Historia de Cuba.
[ii] Conversación
del General de Ejército Raúl Castro Ruz con familiares del Almirante Pascual
Cervera en el Morro de Santiago de Cuba el 25 de marzo de 2005. (Tomado del
artículo José Cervera Pery “El almirante Cervera vuelve a Cuba”, publicado en
la Revista General de Marina (España), mayo de 2005, pp. 747-749). Ver también
periódico Granma del 26 de marzo de 2005, página 1.
[iii] Fragmentos
de la entrevista concedida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a la
prensa extranjera, después de la conferencia magistral del ministro de
Industrias de España, efectuada en el Aula Magna de la Universidad de La
Habana, el 23 de junio de 1998. (Tomado del periódico “Granma”
del 26 de junio de 1998, página 3).
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